Durante mi infancia, recuerdo que
fui al Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires, pero nunca más
tuve la idea de volver, hasta ahora. Siempre en busca de nuevos lugares para
conocer (y que serían muy interesantes para abordar con chicos), me decidí por
volver una vez más, casi 20 años después de la primera vez.
Emplazado en el medio de los
bosques de Palermo, es un marco ideal para pasar el día. La imponente arquitectura
del observatorio, con su cúpula plateada, resalta en el verde del lugar. Explorarlo
desde el exterior ya es fascinante. En la entrada, encontramos la “Plaza astronómica”.
En ella se observan restos de meteoritos reales. Éstos se pueden tocar,
acercando aún más al público (y, en especial, a los más chiquitos) a la exploración
directa. También hay una representación del huso horario y un reloj solar.
Entrar al Planetario es como
entrar a un gran laboratorio lleno de estímulos. Allí se pueden encontrar distintos elementos astronómicos:
telescopios, réplicas del sistema solar, pinturas, instrumentos de medición. En
el centro, la escalera caracol. Las paredes vidriadas que permiten ver al
parque acompañan a la estética del interior. Algo que me pareció muy importante
es que los carteles con descripciones también están en Braille, siendo esto de
gran utilidad para personas con visibilidad reducida o nula.
En la sala principal de
proyecciones, ubicada en el último piso, se realizan espectáculos audiovisuales,
para distintas edades, con la tecnología de la proyección en la pantalla
ubicada en la cúpula. Me impresionó mucho el centro de la sala. Allí, previo a
la función, nos contaron que eso era un “planetario” que proyectaba imágenes.
Al comenzar la función, un “cielo” de estrellas se posa en nuestras cabezas en
plena tarde en la ciudad. No puedo dejar de escuchar al público maravillarse.
¡Qué lejos está todo el espacio, pero qué cerca lo tenemos ahora! No son
aspectos que se puedan ver en la vida diaria, en una ciudad tan contaminada
visual y lumínicamente como lo es la nuestra. Parecen que los planetas están al
alcance de nuestra mano y que las estaciones espaciales caerán sobre las
butacas. Me sumerjo en un mundo completamente distinto. Uno parece no apreciar
las maravillas naturales que lo rodean, hasta que tiene la suerte de acercarse
un poquito más. Los espectáculos son variados, pero hay uno especial para el
Nivel Inicial, lo cual me parece genial para impulsar a los más chiquitos en
esta aventura de explorar el universo. La entrada es gratuita para colegios
públicos (un incentivo más para no perdérselo).
Por otro lado, quiero destacar
que en el Planetario hay otros espectáculos que están adaptados a personas
(adultos y chicos) sordas e hipoacúsicas (audiovisual subtitulado y además con
una intérprete en lenguaje de señas) y
para ciegos y disminuidos de visión (mediante dispositivos táctiles y
auditivos). Esta iniciativa inclusiva me
hace pensar en que es una buena oportunidad de salida didáctica para hacer también
con jardines con chicos con este tipo de dificultades. Me pareció una propuesta
que rompe con las barreras que en muchos casos se presentan. Además, estas
funciones especiales son gratuitas.
Otras actividades que se pueden
aprovechar con chicos son las observaciones solares, o de otros fenómenos, a
través de los telescopios del lugar y bajo las explicaciones de los guías. Las
visitas guiadas también permiten conocer en profundidad un poco más.
El Planetario parece un lugar
pequeño, pero es una incalculable fuente de aprendizajes. Se pueden realizar
pequeños y variados recortes para trabajar con las salas de jardín, además de
aprovechar las distintas actividades que se ofrecen. Comparto esta experiencia
porque, muchas veces, se cree que estos son lugares aburridos, sin embargo, con
una adecuada secuencia de actividades, puede convertirse en una salida didáctica
de lo más enriquecedora, tanto para grandes como para chicos.
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