Como todos los años, la 42° Feria del Libro Internacional de Buenos
Aires es una oportunidad para estar en contacto con la cultura en todas sus
expresiones. No es una feria como otras, porque es un evento que no sólo reúne
literatura, sino que también encontramos debates, conferencias, música, danza…
Sería como una gran “caja” cultural, del cual salen muchas sorpresas de todas
las manifestaciones artísticas que se puedan imaginar.
Pocas veces hay eventos en el cual toda la familia puede participar de sus
actividades. Este lugar es todo lo contrario: acá hay tantas cosas y variedades,
las cuales año tras año se van actualizando año, que nadie se puede quedar
afuera. Los más chiquitos tienen su propio sector, en el cual hay narraciones,
talleres y espectáculos, además de contar con una biblioteca para sentarse y
disfrutar de los libros. Además, para el público adolescente, este año la
propuesta tiene que ver con la invitación de personajes de las redes sociales,
concursos de micro relatos de Twitter y de la “Zona Futuro”, donde varios
artistas (escritores, ilustradores, músicas) se entrecruzan para dar su mirada
de la sociedad y los libros para los más jóvenes. Me pareció una forma original
de acercarlos a un ámbito que muchos jóvenes rechazan, o creen erróneamente que
es aburrido.
Recorrer ese laberinto cultural es agotador pero, a la vez, es mágico.
Cada stand es único, no hay forma que se encuentren dos parecidos. Se
interconectan entre sí, se puede entrar y salir, se vivencian de distintas
maneras. La Feria no tiene una dinámica establecida para recorrerla: cada uno
va armando su propio itinerario según las charlas, firmas de autógrafos o
simplemente sus editoriales favoritas. Yo, por mi parte, con mapa en mano, fui
recorriendo los pabellones en orden (aunque previamente ya tenía un listado de
editoriales por las que quería pasar sin falta). Aun así, es muy fácil
“perderse” entre los libros y las demás propuestas. Parecería un espiral
inacabable de estímulos. Porque si hay algo que caracteriza a los stand es la
estética con la que buscan captar a los visitantes.
Durante mi visita, vi varios grupitos
de niños de diferentes escuelas. Me quedé un rato mirándolos como exploraban
cada rincón. Me llena el alma cuando los chicos se acercan más a la lectura y
menos a la tecnología, porque si bien es importante, no debería ser su única
fuente de diversión y de información. Justamente (y en sintonía con lo que
había escuchado en las Jornadas de las cuáles había participado), rescato
nuevamente las palabras de Jaim Etcheverry: “La lectura saca al niño del tiempo
rápido y lo traslada a otro tiempo, más lento.” La ansiedad que genera la
rapidez de la tecnología no siempre son buenos aliados para estimular la
imaginación de los chicos. Fomentar la lectura es de gran importancia para el
proceso de desarrollo y maduración de los chicos. Además, no solo me refiero a
la lectura para aprender, sino para culturizarse, desarrollar el sentido
estético, incentivar la imaginación. Creo firmemente que los libros son
herramientas muy poderosas. Ofrecer variadas oportunidades para leer (o para
que escuchen narraciones) facilita muchísimos factores, tanto cognitivos como
emocionales. Leer es libertad, es saber expresarse en palabras y en acciones. Por
eso, empecé este escrito con la frase de Miguel de Unamuno. Me crucé con esa
frase de casualidad, la vi en el pizarrón de la facultad, antes de una clase de
diseño y me la anoté. Desde ese día me acompaña en mi escritorio, como una
suerte de “mantra” (un mantra son frases que, según algunas creencias, tienen
algún tipo de poder psicológico). Cada vez que tengo que estudiar, o que estoy
con pocas ganas, lo tengo enfrente para recordar(me) la importancia de seguir
leyendo. Leer es ser libre. Entonces, ¿por qué no darles también esa libertad a
los alumnos? ¡Qué bueno sería que más chiquitos se acerquen a la lectura! Creo
que como docentes que seremos esa es nuestra misión, pero también debemos
nosotras interesarnos en la lectura. Por eso, la Feria del Libro es el lugar
para volver a conectarnos con esa parte nuestra lectora, o para comenzar a
serlo.
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